Acoso escolar: el silencio de las víctimas

18 Abr, 2013 | Blog

En las últimas décadas los servicios socio-sanitarios y los medios de comunicación se  han hecho eco de las manifestaciones de violencia surgidas en el entorno escolar. En ocasiones se tratan de conductas agresivas que causan daños físicos objetivos en las víctimas, pero en muchos casos, más difíciles quizá de detectar pero con mayor  repercusión en el desarrollo del niño, se producen conductas de difamación y sometimiento de la víctima que menoscaban significativamente su autoestima.

No se trata de conflictos escolares, habituales y propios de la etapa del desarrollo del niño, sino de un maltrato reiterado y mantenido en el tiempo por parte de una persona, acosador, que utilizando su superioridad y poder sobre el grupo, consigue finalmente el rechazo y el aislamiento del niño en su entorno. Los niños acosados o víctimas sufren ante la indiferencia de sus compañeros o aun más, cuando observan como algunos de sus compañeros apoyan y colaboran en estos hechos. Ante esta situación de abandono se siente inseguro y llega a dudar de sí mismo, no es difícil encontrar a niños maltratados que niegan lo que les está sucediendo, no sólo por temor a las  represalias, sino porque se creen culpables de lo que les sucede y sienten vergüenza por ello.

 El daño de la víctima es mayor a medida que estas conductas se suceden en el mismo entorno, cada vez secundadas por un número mayor de compañeros, y ante un público que en su mayoría actúa como simple espectador. El entorno se vuelve hostil para el niño, comienza a referir quejas físicas para no ir al colegio, en casa se le observa desmotivado e incluso irascible, abandona sus responsabilidades académicas y se refugia en su silencio más dañino. Los profesores y padres desconocedores del hecho real, aumentamos la exigencia sobre el niño y adoptamos incluso consecuencias negativas para controlar su comportamiento. Tan sólo la alerta de alguno de sus compañeros que ha conseguido eludir la presión social del grupo, en muchos casos ya tarde, puede detener este proceso.  

Por este motivo, es fundamental, el conocimiento y la detección de los factores causales y la intervención especializada temprana para prevenir la aparición de estas conductas.

En el origen de esta conducta no hay un único factor causal, es multifactorial, se trata de la alteración de un sistema formado por el individuo, el entorno (escuela y sociedad) y la familia. En este sistema es fundamental la vulnerabilidad biológica del individuo y los factores externos que en su mayoría actúan como precipitantes y moduladores del comportamiento del individuo.

En ocasiones, estas conductas de acoso y maltrato en un niño son la manifestación más disruptiva de un problema o enfermedad. Enfermedades médicas y psiquiátricas, problemas psicológicos, de estructura y dinámica familiar y/o del entorno, no resueltas y mantenidas en el tiempo, pueden originar alteraciones de conducta graves. El acosador en muchos casos puede ser un niño con muy baja autoestima que necesita sentir el control de los demás para sentirse poderoso, algunos de ellos han podido ser a su vez víctimas de este tipo u otro tipo de acoso, haber copiado patrones erróneos de resolución de problemas, con conductas agresivas, rígidas y escasa comunicación. En muchos de estos casos subyace un problema psicológico y/o psiquiátrico, la irritabilidad, agresividad e impulsividad ante normas o incluso en ausencia de un precipitante, son síntomas cardinales de algunos trastornos que detectados e intervenidos de forma temprana, pueden resolverse satisfactoriamente para el niño y su entorno. Atender tan sólo a los factores externos puede no erradicar el problema subyacente, aumentar el peso de algunos factores, crear sentimientos de culpa y adoptar medidas de corrección transitorias y/o erróneas. La evaluación del caso por profesionales especializados y el trabajo multidisciplinar entre psicólogos, psicopedagogos, psiquiátricas, profesores y familia, es fundamental para  la resolución del conflicto.

En la familia, la implicación afectiva y emocional en el cuidado integral del niño, la actitud de dialogo y comunicación entre sus miembros y los patrones de control del comportamiento flexibles, con  normas claras, consistentes y coherentes son factores claves de prevención tanto de los problemas de conducta del niño como de problemas emocionales.

Ante la presión social del grupo, la educación en la asertividad y en este caso en  la intransigencia de las conductas agresivas, son los factores claves. La asertividad se sustenta en la autoestima, en la percepción de éxito  y seguridad que uno tiene de sí mismo. Para el niño la aprobación por parte de su familia constituye la mejor manifestación de éxito personal. En ocasiones, los resultados obtenidos por el niño en un hecho determinado no son los socialmente o académicamente deseables, pero estos no son la representación directa de su capacidad, voluntad, esfuerzo y afán de superación ni de su actitud responsable. Si no reforzamos positivamente estos valores, sino que tan sólo nos fijamos en los resultados conseguidos, los errores, descuidos, dificultades y discapacidades del niño en algunas áreas serán para él motivo de frustración y abandono, en lugar de mayor esfuerzo y  perseverancia. Después de diferentes experiencias con los mismos resultados, sus sentimientos de minusvalía y fracaso, le llevarán a abandonar aquello que les sea más difícil y les suponga un mayor esfuerzo, anticipándose así a lo que consideran que va a ser un fracaso. El abandono ante las dificultades y la escasa iniciativa  para enfrentarse a ellas en la adolescencia y en la vida adulta puede tener su origen en estas primeras etapas de su infancia.

En los niños la aceptación, comprensión y el apoyo percibido de sus padres, es el factor fundamental para que puedan actuar según la educación y formación recibida frente al grupo o en su entorno.

La formación de los profesionales, la implicación afectiva y emocional de los padres en el cuidado integral del niño,  la cohesión y comunicación en la familia y la formación especializada y responsable de todos aquellos profesionales que debemos atender la educación y salud de nuestros menores, en un entorno de integración y respeto a la dignidad de la persona humana, son claves en la prevención de las conductas de maltrato cualquiera que sea.